Llegaron varios nobles más, de mayor y menor poder. El Duque
de Líquer, el viejo pariente lejano de Diana llegó en segundo lugar. Este noble
era conocido por ser estéril, había tenido un total de ocho mujeres, y a sus
cincuenta y seis años no había tenido ni un sólo hijo. Poco más tarde llegaron
el rey de las provincias Agunia lord Miguel IV junto a su mujer Valdrada y sus
dos hijos menores. Incluso llegaron desde la lejana isla de Geltis la condesa Celia,
su marido y sus hijos Sid y Celia. Pero no asistió nadie más a dicho evento.
Todos los invitados fueron citados por cartas de puño y
letra de Alberto. En las cuales escribía:
Señores y señoras de los reinos de
Urtres, Trájel, Líquer, Agunia, Geltis, Rean y Antares.
Con motivo del reciente fallecimiento
de los reyes Alberto III y Anatilde, ya elevados allí donde moran los dioses,
envío esta carta para que llegue a todo rincón de Dau y dar la nueva de mi
esperada coronación.
Es por esto y otros asuntos que se
tomarán en dicha celebración, queda escrito en esta carta que el día 7 de
Noviembre del año 192 se realizarán los ritos de mi ascenso al poder del reino
de Brenel.
Se espera la asistencia de vuestras
altezas.
El
rey de Brenel, Alberto IV.
Los nobles se reunieron en una sala paralela a la Gran Sala del
palacio de Brenel. Aquella que había sido testigo de la muerte de la reina
Anatilde. En la nueva sala, se podían apreciar los rostros en los retratos de
los que habían sido reyes y reinas y demás personalidades del reino de Brenel. Los
marcos, de un blanco reluciente, como el resto del palacio. La familia real
amaba el blanco. Representaba la pureza y lo exponían allí donde pudieran. Es
por eso que el blanco predomina en todo el castillo, aparte de que llevaba luz
donde estuviera. Los muros de la sala, reforzados con una pilastra cada tres
metros, de una altura casi excesiva, elevaban el entorno que hacía que el que
entrara en aquel lugar, el más alto del palacio, mirara hacia arriba
inevitablemente y abriera la boca. El techo era una enorme bóveda apuntada,
blanca, como el resto del espacio. De ella colgaba una lámpara semejante a la
de la Gran Sala. Abajo, en la estancia desde donde los nobles observaban la
gran habitación, destacaba una gran mesa de madera que curvaba y formaba un
círculo. En el centro de dicho círculo, en el cual se generaba un espacio
vacío, tocaba un bardo una melodía que relataba los acontecimientos que iban a
ocurrir de ahí en breve. Los nobles en pie, esperaban al heredero a la Corona
de Brenel impacientes. Todos lucían lujosos trajes, vestidos y capas. Valdrada
de Agunia no paraba de mirarse con Diana de Trájel, en cuyas miradas se podía
observar enfrentamiento, e incluso envidia, una muestra más del carácter de la
monarca trajeliense. Ya era la noche del 7 de noviembre, y al día siguiente
sería el gran día, el momento de la coronación. El heredero de la Corona de
Agunia apareció de repente rompiendo la tensión de la sala.
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Autor:Miguel García Campos
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