Ya era prácticamente de noche y Donna seguía en el claro del
bosque. Se sentía espantada y aliviada. ¿Qué hago ahora?, pensó. Su cabeza daba
demasiadas vueltas. Su flujo incontrolado de pensamientos revueltos quedó
interrumpido. Tenía hambre y su estómago se lo estaba haciendo saber. No había
comido nada en los dos días que llevaba huyendo y escondiéndose. Sus tripas no
habían manifestado en ningún momento la ausencia de comida. Hasta ahora. Echó
de menos un buen conejo con patatas que su tía le hacía al menos una vez por
semana, ese vino dulce que su tío le traía de la prestigiosa bodega del rey de
Brenel, conocida en todo el mundo. Necesitaba alimentarse, y apenas le quedaban
fuerzas. Alzó la cabeza y miró de nuevo al hombre tendido en el suelo apenas
reconocible entre las sombras que acudían al bosque. Donna no se había
percatado de que era casi de noche. En un bosque de noche nada es seguro, ni
siquiera de día. Se levantó y fue hacia el hombre. Lo observó, y buscó en el
cuerpo algo que fuera de su utilidad. Cogió un cuchillo con una hoja larga como
la palma de la mano. Indagó en los bolsillos de la camisa. En el izquierdo,
nada. Fue a por el derecho, primero lo palpó desde fuera. Algo sobresalía, así
que metió la mano y sacó del bolsillo algo que al acercarlo a la cara ya no
podía ver, era de noche. Desesperada y asustada, Donna guardó el objeto
desconocido en el único pliegue que tenía entre sus andrajosas ropas.
No sabía dónde ir, qué dirección tomar. No sabía siquiera
dónde estaba. Miró de un lado para otro, y las sombras la consumían. Ni la luna
aparecía en el cielo despejado. Se cansó de nuevo, hacía frío, mucho frío para
alguien que llevase la ropa que ella llevaba. Este fue el motivo por el que
quitó la camisa al hombre, y se la puso ella. Se alejó del cuerpo allí tendido
y se acurrucó cerca de un árbol, como pudo. Incómoda, intentó conciliar el sueño.
Un dolor agudo le venía al estómago, se volvía intermitente y nunca cesaba.
Finalmente comenzó a llorar, se sentía sola, angustiada y hambrienta, no sabía
lo que sería de ella. Pensó que probablemente moriría, ¿porqué yo?, se
preguntaba constantemente. Se durmió a
duras penas cuando dejó de llorar.
Copyright © Todos los Derechos Reservados
Autor:Miguel García Campos
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Autor:Miguel García Campos
Vendrán mejores tiempos, créeme x)
ResponderEliminar"En un bosque de noche nada es seguro, ni siquiera de día"
ResponderEliminarnose, es una frase que qeda un poco abstracta..
Pero si es la realidad, no sabía que quedaba abstracta, pero gracias por decirlo
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