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domingo, 4 de noviembre de 2012

Tomo II de la novela.


Ya era prácticamente de noche y Donna seguía en el claro del bosque. Se sentía espantada y aliviada. ¿Qué hago ahora?, pensó. Su cabeza daba demasiadas vueltas. Su flujo incontrolado de pensamientos revueltos quedó interrumpido. Tenía hambre y su estómago se lo estaba haciendo saber. No había comido nada en los dos días que llevaba huyendo y escondiéndose. Sus tripas no habían manifestado en ningún momento la ausencia de comida. Hasta ahora. Echó de menos un buen conejo con patatas que su tía le hacía al menos una vez por semana, ese vino dulce que su tío le traía de la prestigiosa bodega del rey de Brenel, conocida en todo el mundo. Necesitaba alimentarse, y apenas le quedaban fuerzas. Alzó la cabeza y miró de nuevo al hombre tendido en el suelo apenas reconocible entre las sombras que acudían al bosque. Donna no se había percatado de que era casi de noche. En un bosque de noche nada es seguro, ni siquiera de día. Se levantó y fue hacia el hombre. Lo observó, y buscó en el cuerpo algo que fuera de su utilidad. Cogió un cuchillo con una hoja larga como la palma de la mano. Indagó en los bolsillos de la camisa. En el izquierdo, nada. Fue a por el derecho, primero lo palpó desde fuera. Algo sobresalía, así que metió la mano y sacó del bolsillo algo que al acercarlo a la cara ya no podía ver, era de noche. Desesperada y asustada, Donna guardó el objeto desconocido en el único pliegue que tenía entre sus andrajosas ropas.
No sabía dónde ir, qué dirección tomar. No sabía siquiera dónde estaba. Miró de un lado para otro, y las sombras la consumían. Ni la luna aparecía en el cielo despejado. Se cansó de nuevo, hacía frío, mucho frío para alguien que llevase la ropa que ella llevaba. Este fue el motivo por el que quitó la camisa al hombre, y se la puso ella. Se alejó del cuerpo allí tendido y se acurrucó cerca de un árbol, como pudo. Incómoda, intentó conciliar el sueño. Un dolor agudo le venía al estómago, se volvía intermitente y nunca cesaba. Finalmente comenzó a llorar, se sentía sola, angustiada y hambrienta, no sabía lo que sería de ella. Pensó que probablemente moriría, ¿porqué yo?, se preguntaba constantemente.  Se durmió a duras penas cuando dejó de llorar.
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Autor:Miguel García Campos

3 comentarios:

  1. Vendrán mejores tiempos, créeme x)

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  2. "En un bosque de noche nada es seguro, ni siquiera de día"
    nose, es una frase que qeda un poco abstracta..

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  3. Pero si es la realidad, no sabía que quedaba abstracta, pero gracias por decirlo

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