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sábado, 10 de noviembre de 2012

Parte VIII.


-Señor, no creo que se pueda hacer nada por su madre.-Dijo segundos después la doncella Alba con un nudo en la garganta. En ese momento entraron los cinco consejeros reales y el hermano de la reina.-La reina ha muerto.-dijo al fin la joven Alba. Aquellas palabras resonaron por toda la sala del trono y se extendieron poco a poco por el palacio de Brenel y finalmente por el reino. Ahora Alberto era un príncipe heredero huérfano que muy pronto sería coronado rey.
Esa misma noche se celebró el funeral de los reyes. Era 30 de octubre. Se incineraron los dos cuerpos juntos, el tío de Alberto, Juan, hermano de la reina Anatilde, estaba junto a su sobrino.
-Sobrino, ahora os convertiréis en rey, y vuestra madre expulsó del reino al antiguo Gran Consejero. Me gustaría que me vos me tuvierais en cuenta para ocupar ese cargo, me haría muy feliz.- Sugirió Juan al príncipe que observaba el fuego con la mirada perdida.
-Tío, meditaré vuestra propuesta. Pero no quiero que os hagáis demasiadas ilusiones por ser de mi familia. Al igual que vos, hay otros cuatro consejeros reales más. Los cuales debo tener en cuenta para nombrar al mejor.- El príncipe no lloró esa noche, solo se mostraba serio y callado.- Ahora lo que os debería preocupar es que llegue a rey cuanto antes, sólo entonces os podré nombrar Gran Consejero.-pero no terminó aquí el heredero Alberto.-Ah, tío Juan, quiero que se abra una investigación para aclarar las muertes de mis padres. Quiero vengarme.-Se notaba en la cara del príncipe la rabia que le consumía.-Quiero vengarme de aquellos que privaron de sus vidas a los reyes.-dijo al fin.-Espero que sepas qué hacer, consejero.-concluyó, y se concentró en los recuerdos que le venían de niño con sus padres. Su madre le mecía día tras día hasta que se convirtió en casi un hombre. Le contaba cuentos todas las noches para que se durmiera. Su padre le enseñó a desenvolverse con la espada, y sobre todo, a convertirlo en quién ahora era.
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Autor:Miguel García Campos

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