El palacio se fue vaciando
en el que solo quedaron los cinco consejeros y Juan. El viaje a Agunia había
comenzado. No sabían lo que lady Mary podría decirles. Iban en busca de algo
muy importante. Cómo una procesión, todos a caballo, fueron en ese gran grupo.
Un viaje que duraría varios días. Tres tardes después de la salida, era 12 de
noviembre, los nobles llegaron a El Paso. Entraron en la gran posada de Denise.
-Buenas tardes Denise.- la gente de toda la posada se arrodilló
ante su rey. Le tenían miedo y a la vez respeto.-Estamos cansados. Danos las
mejores alcobas que tengas, y atiende como corresponde a las damas y caballeros.-la
miró desafiante.- Sé buena anfitriona.- La mujer, hizo lo que se le mandó y
llamó a su hija Julia.
-Primero ve a llamar a Lisa, ¡corre!- Lisa era otra de sus hijas.
Denise había sido muy prolífica. Uno a uno de los invitados provenientes de
Brenel fueron entrando y subiendo al piso de arriba. Denise los acompañó y
mandó a sus dos hijas a que los acomodaran e indicaran la alcoba de cada uno.
Sería un buen negocio alojar a tantas personalidades pudientes en su
posada.-¡Lisa!, ve a llamar a tu hermano mayor, necesito que me ayude en la
cocina.- la niña no se movía, pensaba en otra cosa.-¡Corre, venga!- gritó su
madre.
-¡Mamá!- chillaba Julia desde las escaleras.
-¿Qué quieres niña?, no me agobies por los dioses, ¡no doy
abasto!- contestó Denise apurada.
-¡Necesitamos agua aquí arriba, hay muy poca y los señores quieren
asearse!- indicó la adolescente casi presionada.
-¡Y la mierda de la niña!-gritó Denise. El hermano mayor, Marcos,
entraba por la puerta.- ¡Marcos!, ¡ve a llamar a tu hermana mayor corre!- Denise
estaba verdaderamente desesperada. Menos mal que tenía semejante cantidad de
hijos.- Dile que venga a la cocina, ¡y tú a llevar cubos de agua a la chimenea
a que se calienten y los subes!- Marcos no se inmutaba.- ¡Vamos hombre!- El
movimiento que se había generado en la posada casi no era normal. Los hijos de
Denise iban de arriba para abajo. Más de un cubo de agua se caía al suelo y
quemaba a varios de los que frecuentaban el lugar. Acabaron yéndose la mayoría.
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Autor:Miguel García Campos
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