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lunes, 26 de noviembre de 2012

Parte 5. Capítulo 2 de mi novela.


 El palacio se fue vaciando en el que solo quedaron los cinco consejeros y Juan. El viaje a Agunia había comenzado. No sabían lo que lady Mary podría decirles. Iban en busca de algo muy importante. Cómo una procesión, todos a caballo, fueron en ese gran grupo. Un viaje que duraría varios días. Tres tardes después de la salida, era 12 de noviembre, los nobles llegaron a El Paso. Entraron en la gran posada de Denise.
-Buenas tardes Denise.- la gente de toda la posada se arrodilló ante su rey. Le tenían miedo y a la vez respeto.-Estamos cansados. Danos las mejores alcobas que tengas, y atiende como corresponde a las damas y caballeros.-la miró desafiante.- Sé buena anfitriona.- La mujer, hizo lo que se le mandó y llamó a su hija Julia.
-Primero ve a llamar a Lisa, ¡corre!- Lisa era otra de sus hijas. Denise había sido muy prolífica. Uno a uno de los invitados provenientes de Brenel fueron entrando y subiendo al piso de arriba. Denise los acompañó y mandó a sus dos hijas a que los acomodaran e indicaran la alcoba de cada uno. Sería un buen negocio alojar a tantas personalidades pudientes en su posada.-¡Lisa!, ve a llamar a tu hermano mayor, necesito que me ayude en la cocina.- la niña no se movía, pensaba en otra cosa.-¡Corre, venga!- gritó su madre.
-¡Mamá!- chillaba Julia desde las escaleras.
-¿Qué quieres niña?, no me agobies por los dioses, ¡no doy abasto!- contestó Denise apurada.
-¡Necesitamos agua aquí arriba, hay muy poca y los señores quieren asearse!- indicó la adolescente casi presionada.
-¡Y la mierda de la niña!-gritó Denise. El hermano mayor, Marcos, entraba por la puerta.- ¡Marcos!, ¡ve a llamar a tu hermana mayor corre!- Denise estaba verdaderamente desesperada. Menos mal que tenía semejante cantidad de hijos.- Dile que venga a la cocina, ¡y tú a llevar cubos de agua a la chimenea a que se calienten y los subes!- Marcos no se inmutaba.- ¡Vamos hombre!- El movimiento que se había generado en la posada casi no era normal. Los hijos de Denise iban de arriba para abajo. Más de un cubo de agua se caía al suelo y quemaba a varios de los que frecuentaban el lugar. Acabaron yéndose la mayoría.
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Autor:Miguel García Campos

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