-He aquí el mayor símbolo de poder que se pueda otorgar a un
verdadero monarca. Tengo en mis manos la corona real de Brenel.- alzó la valiosa
corona. La sala entera la contemplaba.- Alberto, hijo de Alberto III, nieto de
Alberto II.-tras una breve pausa continuó.-Hoy, 8 de noviembre del año 192 de
la Quinta Edad, y en nombre de la diosa Aenna, tengo el privilegio de nombraros
nuevo monarca de nuestro reino.- Su tío Juan lo miraba orgulloso, confiaba
bastante en que lo eligiera como Gran Consejero. Después de todo había
organizado todos los preparativos de ese gran día. El sacerdote descendió la
corona y la posó sobre la cabeza del joven.- Yo os nombro Alberto IV, rey de
Brenel.- finalizó el anciano. Alberto derramó una lágrima. Se puso en pie y se
dio la vuelta. Los ojos de los presentes se clavaban en él. Sonrió emocionado.
El almuerzo se desarrolló tranquilamente en la sala de la noche
anterior. Ahora las gentes se agitaban un poco más, pues no sabían el secreto
tan guardado que escondía el nuevo monarca de Brenel. Alberto, una vez sentados
todos, habló:
-Bien, llegado a este punto, ahora que soy rey, puedo decidir en
todos los aspectos del reino. En primer lugar, el motivo por el que he
convocado a todos ustedes.- Las doncellas Alba y Bea lo miraban impacientes.
Todos estaban muy curiosos.-Momentos antes de morir, mi madre mencionó algo
acerca de algo que debo buscar.- Hizo una pausa.
-¿Qué cosa era?- preguntó Sid sorprendido.
-No terminó la frase, murió antes de acabarla.- contestó
fulminantemente a su compañero.
-Demasiado sospechoso es eso, ¿dejar algo importante para el final?-
Dijo el joven Miguel.- Tenemos que descubrir que está pasando aquí.-
-No te impacientes querido.-señaló Diana con aire de
superioridad.-Todo a su tiempo.-
-Pues decidme qué cojones hacemos ahora.- dijo Bled.
-Es curioso, ¿qué más te dijo tu madre, Alberto?.- preguntó Juan a
su sobrino. Las miradas fluían en la sala.
-Se levantó algo rara del trono, caminó hasta el centro de la sala
diciendo que yo me convertiría en el nuevo rey. Después se paró en el centro y
me dijo: "busca la..." y cayó al suelo.- conforme lo contaba se puso
triste.-La verdad no se a que se pudo referir...- bajó la mirada.
-Aquí no averiguamos nada, y no podemos perder más tiempo. Sé de
alguien que puede ayudarnos.- propuso el rey de Agunia. -Mi madre.- añadió al
fin.
Copyright © Todos los Derechos Reservados
Autor:Miguel García Campos
No hay comentarios:
Publicar un comentario