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lunes, 5 de noviembre de 2012

Tomo III de mi novela.


Todo quedó destruido. La aldea Selga, donde Donna vivía, había desaparecido. El ejército del rey Alberto III de Brenel aniquiló toda la aldea. Menos a Donna. Quemaron las casas hechas en su mayoría de madera del Bosque Frondoso que al norte los resguardaba. Así era, Donna estaba inmersa en las inmediaciones de esa cantidad de innumerables árboles, pero no lo sabía aún. Había escapado de las manos del rey, pocas personas conseguían eso, ese era el motivo por el que la perseguían. Pero nadie sabía el motivo de porqué el rey aniquiló la aldea entera, incluida la tía de Donna, Rose. El rey buscaba algo, y por algún motivo sabía que estaba en Selga. Pero se fue con las manos solo llenas de sangre, y con un disparo de flecha de alguien que nadie consiguió ver.
Donna abrió los ojos y un rayo de luz le bañó la cara. Ya era de día, y calculando eran entorno las nueve o las diez. Pero el motivo de su despertar no fue la luz del sol. Escuchó moverse a lo lejos los matorrales del otro lado del claro. Se levantó y se acercó cuidadosamente a la zona del ruido. Pasó por el lado del hombre al que había golpeado y lo miró de reojo. Cogió el cuchillo que tenía entre el pliegue del ropaje y se colocó en forma defensiva. Ahora se acercaba a los matorrales más lenta que al principio. De golpe salió de la maleza un hombre de armas a caballo. Donna cayó al suelo del susto.
-¿Quién sois muchacha?- El hombre de treinta y un años habló.
-Me, me llamo Donna- dijo la joven tartamudeando y habiendo recuperado la voz perdida.        -Soy Donna de...- Entonces antes de que terminara de hablar llegó otro hombre con un caballo color castaña. Este hombre era más joven que el anterior. Donna seguía en el suelo.
-Lucas, no te desvíes del camino, tenemos que llegar pronto.- dijo el hombre recién llegado.
-Lo siento señor, quería explorar un poco el terreno.- se disculpó el escudero del joven.
- Bueno, que no se repita. ¿Y esta joven quién es?, ¿de dónde sois muchacha?- Preguntó Miguel, que así se llamaba el joven de diecisiete años.-Levantaos del suelo y respondedme.-
-Soy Donna como dije a vuestro vasallo señor- agachó la cabeza.
-Jajaja- rió Miguel- no es mi vasallo, es mi escudero y maestro de armas Lucas de Regal, en el cual confío lo suficiente para saber que hablaba más con vos, una joven tan hermosa.- el joven Miguel sonrió mirando a la joven. Detrás de ella vio el cuerpo del hombre tendido en el suelo. Le cambió la cara, se apeó del caballo y corrió hacia el hombre. De inmediato, Lucas siguió a su señor dejando a los dos caballos solos junto a Donna. Revisaron el cuerpo, y al fin Lucas dijo:
-Señor, no está muerto, pero poco le queda si lo dejamos aquí.- Estas palabras le sentaron como una patada en el vientre a Donna. Palideció. Se dio la vuelta mirando a los hombres que acompañaban al que ella creía que era ya un cadáver.

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Autor:Miguel García Campos

2 comentarios:

  1. ejem...como puedes saber la edad exacta tan de repente, queda muy mal, en la Edad Media no se sabia la propia en la mayoría de los casos.

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