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miércoles, 31 de octubre de 2012

El comienzo de mi novela.


No podía continuar caminando. Se paró en medio del claro del bosque, sin aire. Se sentó en el suelo fatigada. Inmediatamente escuchó tras de ella las mismas pisadas que venía escuchando durante kilómetros atrás. La habían estado persiguiendo durante mucho tiempo. Rápidamente intentó incorporarse, pero sus piernas flaquearon y quedó de nuevo tendida en el suelo. No tenía fuerzas.
-¿Dónde estás sucia ramera?- gritó el hombre que la seguía a duras penas. - ¡Sal de donde quiera que estés!
Una última fuerza acudió al ser de la muchacha y se levantó para esconderse entre los matorrales más cercanos. Era una zarza, pero no podía hacer otra cosa, debía meterse allí si quería vivir.
Desesperado el hombre buscó por donde pudiera estar la muchacha, pero estaba verdaderamente agotado, y jadeaba constantemente. No era ningún mozuelo, superaba con diferencia la edad de la joven. En esta circunstancia, la mujer se palpó cada centímetro de la poca ropa que llevaba, con la esperanza de encontrar algún cuchillo o algo para defenderse. Pero no tuvo suerte, solo llevaba un harapo a modo de vestido, todo rasgado y verdaderamente estropeado, sin ningún utensilio. Buscó alrededor de donde estaba, en un ambiente oscuro, con los pinchos de la zarza y las ramas entrelazadas que dificultaban la visión. Estaba atardeciendo. Se vio muy apurada, el hombre se recuperaba cada segundo que pasaba y ella no sabía qué hacer. Cogió una piedra, la más grande que encontró  y como pudo aprovechó para salir de su escondite ágilmente, pero sin evitar el ruido que el movimiento de la zarza hacía. El hombre escuchó algo, pero seguía algo aturdido de la distancia que había recorrido. En seguida olvidó la carrera y el cansancio desapareció de su rostro. Se dio la vuelta dispuesto a alcanzar a la joven, pero tropezó con su pierna justo al girar y cayó al suelo pesadamente. La muchacha, estaba casi fuera de la enredada zarza pero justo antes de salir completamente se le enganchó la parte baja del ropaje. Tuvo más miedo que nunca. El hombre comenzaba a incorporarse. Acto reflejo y olvidando sus miedos, la chica tiró fuertemente del tramo de ropa que la enganchaba a la rama de la zarza. La partió, corrió hacia el hombre con la piedra en la mano. El hombre estaba prácticamente de pie, pero no pudo esquivar el duro golpe que sufrió en la frente. Tras una breve pausa de unos cinco segundos en pie, el hombre cayó definitivamente al suelo con un ruido sordo.  Donna, que era como se llamaba la joven, se quedó muy quieta, mirando al hombre que parecía un cerdo adulto recién matado. La piedra cayó de las manos de Donna al suelo lleno de hojarasca, era finales de octubre. Impresionada y asustada, intentó gritar, pero nada acudió a su garganta. Estaba afónica, había agotado su voz durante todo el camino recorrido atrás. Se alejó caminando hacia atrás lentamente, sin apartar la mirada del hombre tendido en el suelo. No podía creerlo, había matado a una persona.

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Autor:Miguel García Campos

2 comentarios:

  1. "Donna, que era como se llamaba la joven, se quedó muy quieta"
    la aclaración "que era como se llamaba la joven" la quitaría, es lo único que me ha rechinado...está chula, la seguiré xD

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  2. es que si no el lector no se entera D:

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